EMOCIONES ¡CONÓCELAS!


Las emociones son reacciones fisiológicas ante situaciones que se dan a nuestro alrededor.

Para cada emoción hay diferentes tipos de intensidad, esta variabilidad va a depender de la persona y del tipo de situación a la que se enfrente.

Por otro lado, existen varias clasificaciones para las emociones, una de ellas las divide en: PRIMARIAS y SECUNDARIAS.

Las emociones PRIMARIAS son las más elementales y básicas. Están vinculadas con respuestas inmediatas al estímulo. Resultan fundamentales para la supervivencia. Son universales a todas las culturas e incluso diría que compartidas con algunas especies animales.

Las emociones SECUNDARIAS son más complejas y requieren un cierto grado de madurez cognitiva. También de las llama EMOCIONES SOCIALES puesto que suelen surgir como consecuencia a las relaciones con los otros.

En este texto me voy a centrar en las PRIMARIAS.

Existe cierta controversia a la hora de considerar cuántas y cuáles son las emociones PRIMARIAS. Hay autores que consideran que son 4 (Glasgow University), 6 (Paul Eckman), 8 (Plutchik)...

Yo voy a tener en cuenta el criterio de Paul Eckman que establece que son 6 (MIEDO, IRA, ASCO, TRISTEZA, SORPRESA y ALEGRÍA).

Dentro de las emociones PRIMARIAS podemos considerar una subdivisión que tiene en cuenta cómo nos hacen sentir. Así podemos considerar que hay emociones PRIMARIAS POSITIVAS -aquellas que son agradables y por tanto nos hacen sentir bien, como la ALEGRÍA-, NEGATIVAS -aquellas que nos hacen sentir mal, son, en este caso, indeseables: MIEDO, IRA y TRISTEZA- y las NEUTRAS -que no producen en nosotros ningún sentimiento particular, como sería la SORPRESA-

lndependientemente de cómo nos hagan sentir, todas ellas son fundamentales ya que tienen una función para nuestra supervivencia.

Lo importante no es evitarlas sino saberlas gestionar adecuadamente y para ello es necesario conocerlas, sentirlas y aceptarlas.

Vamos a entrar un poco más de lleno en cada una de ellas.

EL MIEDO

Ante esta emoción sentimos a nivel fisiológico: aumento de la presión cardiaca (nuestro corazón late más fuerte), aumento de la conductancia de la piel (sudoración), dilatación de pupilas, descenso de la temperatura corporal, aumento del tono muscular llegando incluso al agarrotamiento...

Dicha emoción nos protege de exponernos a situaciones que nos puedan poner en peligro; reaccionado ante estas situaciones con una respuesta de escape y/o evitación. 
Una vida sin miedo nos llevaría a enfrentar situaciones que comprometerían seriamente nuestra supervivencia y nos llevarían a morir.

El problema del miedo está en que en ocasiones se convierte en disfuncional, esto se traduce en que evaluamos como situaciones peligrosas aquellas que en realidad no lo son, nos hiperprotegemos.

Una gestión inadecuada de la misma, nos puede llevar a alejarnos de conocer cosas o tener experiencias nuevas. 

Por otro lado, el miedo, más concretamente el irracional está en la base de las fobias, por lo que un exceso de miedo mal gestionado nos podría llevar a desarrollar una patología de este tipo.

Lo importante a tener en cuenta es que el miedo es algo que se nos despierta tras evaluar en un primer término una situación cómo amenazante o peligrosa y es bueno tenerlo en cuenta, sobretodo cuando la situación requiere tomar una decisión inmediata (por ejemplo, caminas por una calle oscura y escuchas un ruido extraño, el miedo te hará estar vigilante e incluso salir corriendo). Pero hay situaciones ante las que no tenemos que tomar decisiones de manera inmediata (por ejemplo, se nos presenta la oportunidad laboral de trabajar en otro país) por lo que nos ponemos permitir el reevaluar dicha situación y considerar si nos vale la pena frenarnos ante lo que pueda venir (siguiendo el ejemplo: estaré lejos de mi familia y amigos, tendré que buscar red social allí y hacerme a sus costumbres...no sé si lo voy a conseguir...) o si queremos probar y demostrarnos a nosotros mismos que disponemos de recursos suficientes para abordar aquello que vaya surgiendo como resultado de la elección que hayamos tomado ante la situación (tener en cuenta lo que nos puede venir, para poder estar preparados en un momento determinado, pero sin anticipar que vaya a pasar sí o sí).

LA RABIA/IRA

Cuando sentimos esta emoción en nuestro cuerpo, aumenta el tono muscular (nuestro cuerpo se tensa), el ritmo respiratorio aumenta aunque la amplitud respiratoria se mantiene baja (esto es que respiramos con más frecuencia aunque cogemos menos aire en cada respiración) se produce incremento de la frecuencia cardíaca y de la tensión arterial sistólica (nuestro corazón late más rápido), elevación en la actividad neuronal (mayor actividad cerebral), aumentos en las secreciones hormonales, especialmente en la adrenalina, lo que proporciona un incremento de la energía y posibilita el acometer acciones enérgicas. Se produce un sesgo cognitivo que nos lleva a resaltar lo negativo de la situación frente a lo positivo.

Esta emoción surge ante situaciones que valoramos como aversivas y/o frustrantes. 

Gracias a ella se eleva nuestro nivel de activación, aumenta el vigor de nuestras conductas y movilizamos la energía necesaria en las reacciones de autodefensa o ataque.

El objeto de la ira es acabar con el agente instigador.

Una gestión inadecuada de esta emoción nos puede llevar a responder agresivamente. En este sentido cabe resaltar que la rabia/ira es una emoción que puede estar dirigida hacia uno mismo o hacia otras personas o cosas.

Así mismo, puede dar lugar a la hipertensión, provocar o empeorar afecciones cardíacas. Está relacionada con varios síntomas que tienen que ver con la ansiedad o la depresión. 

Es una de las emociones que solemos percibir con mayor intensidad, por lo que hay que poner más recursos a la hora de gestionarla adecuadamente.

EL ASCO

Ante esta emoción nuestro cuerpo manifiesta cierta tensión muscular, elevación de la frecuencia respiratoria y de la frecuencia cardiaca. Dependiendo del tipo de estimulo se puede dar malestar gastrointestinal.

Consiste en una reacción generada por una profunda aversión hacia algo que nos resulta especialmente desagradable o repugnante. Teniendo en cuenta esto, nos permite, a través del rechazo, escapar o evitar estímulos desagradables o que son potencialmente dañinos para la salud. 

El mecanismo de rechazo suele fijarse muy rápidamente y en ocasiones es difícil revocarlo, esto es que si hemos tenido una experiencia desagradable ante un alimento determinado (quizá porque estuviera en mal estado) a partir de ese momento rechazaremos volver a ingerirlo (aunque el resto de las veces esté en un estado óptimo para su consumo) y costará bastante tiempo y esfuerzo volver a consumir dicho producto.

Es relevante saber que está emoción tiene implicaciones en el ámbito moral, ya que surge también ante situaciones que moralmente desaprobamos. Es por esto que uno de los aspectos más negativos de esta emoción en el ámbito interpersonal tiene como consecuencia conductas racistas o tratos discriminatorios hacia otras personas. 

Nos limita a la hora de conocer aspectos de otras culturas (gastronomía, forma de comportarse, tradiciones...) que a su vez sería el antídoto para hacer que está emoción relacionada con lo moral desapareciera.

A tener en cuenta que puede ser la antesala a ciertas patologías relacionadas con la fobia, las obsesiones y la ansiedad.

LA TRISTEZA

La persona que experimenta está emoción, sentirá una disminución del tono muscular (cierto relajo), aunque tiene un ritmo respiratorio estable su amplitud respiratoria es mayor (respiraciones más largas), leve aumento de la tasa cardiaca, la presión sanguínea, la conductancia de la piel, etc.

Sentimos tristeza ante una pérdida o situación adversa por la que nos vemos superados. Paradójicamente puede aparecer tras grandes alegrías cuya dimensión resulta excesiva para que la persona que la experimenta pueda gestionarla emocionalmente con eficacia.

Esta emoción nos permite centrarnos en nosotros mismos, facilitando la introspección y la reintegración de la información de lo que nos ha provocado tal emoción.  Nos protege y ayuda a restaurarnos frente a los posibles daños que pueden surgir de nuestra interacción con el medio.

Instiga la cohesión con otras personas a través de la empatía y otros comportamientos altruistas.

Por contra, es una emoción que nos agota, nos lleva a la inactividad, a la dejadez, a la despreocupación por uno mismo y nos puede acercar a la depresión, que sería el grado máximo de la tristeza mantenido en el tiempo, está es una de las razones por las cuales hay que ponerla cierta atención.

LA SORPRESA

Esta emoción lleva asociada la activación de un patrón fisiológico característico que involucra un reflejo de orientación hacia el estímulo que la provoca, la disminución de la frecuencia cardíaca (el corazón nos late más despacio) y el incremento momentáneo de la actividad neuronal (mayor actividad cerebral). Al mismo tiempo, la sorpresa activa e incrementa ciertos procesos cognitivos como la atención y memoria de trabajo dedicadas a procesar la información novedosa en nuestro cerebro.

Se considera una de las emociones más breves. Nos permite explorar una nueva situación, con el fin de facilitar la dirección de los procesos atencionales y reclutar y dirigir los procesos cognitivos a la situación novedosa que se ha presentado.

Se experimenta como un estado transitorio que deja la "mente en blanco" durante un instante y con posterioridad da lugar a otra emoción que dependerá de cómo se haya evaluado la situación original.

Suele ser una emoción evitada por aquellas personas que ejercen control sobre las situaciones y que no aceptan los hechos inesperados.
También la evitan personas muy perfeccionistas, personas con tendencias de tipo obsesivo y aquellas con fobias.

LA ALEGRÍA

A nivel fisiológico cuando estamos alegres se produce un aumento de la frecuencia cardiaca (el corazón nos late más rápido), un aumento de la presión sanguínea, fluctuaciones en la actividad electrodérmica (sudor - no sudor). Se produce en ocasiones una relajación de los músculos del esfínter.

Hace que se incremente la capacidad para disfrutar de los diferentes aspectos de la vida. Genera actitudes positivas tanto hacia uno mismo como hacia los demás lo que produce una cierta afiliación con el otro y se favorecen así las relaciones interpersonales.

Es la emoción que mejor nos hace sentir, por lo que resulta complicado encontrar algo disfuncional en ella, aunque en esta línea hoy varias autores que la relacionan con estados maníacos.

Por explicar un poco más diremos que la manía es un estado de ensalzamiento excesivo de la persona, dónde se tiene plena convicción de que se es sujeto activo de grandes logros, se vive con euforia. Presentan una disminución de la necesidad de horas de descanso y no ven necesario cubrir otro tipo de necesidades como la de comer. Suelen llevarse a cabo situaciones de riesgo, relacionadas con consumo de sustancias, inversiones económicas, gastos importantes, relaciones sexuales promiscuas o carentes de protección... Los episodios maníacos o hipomaniacos (depende de la intensidad de la sintomatología) suelen venir acompañados de episodios depresivos.



Para terminar quiero reseñar que es poco probable no sentir o haber sentido estas emociones, quizá sea más "fácil" o en ocasiones útil negarlas; pero después de lo que he reflejado en este texto, creo que queda claro que aunque algunas de ellas sean desagradables, también son necesarias para nuestro desarrollo y tienen un componente adaptativo fundamental.

Otra cuestión que me parece de extrema importancia es señalar que somos responsables de nuestras emociones. Por eso hay que desresponsabilizar al otro de lo que me pasa. No es el otro el que me enfada, ni el que me hace estar triste, ni siquiera es el otro el responsable de mi alegría o felicidad. Soy yo la que elijo frente a tal situación sentirme de una manera y no de otra. Lo bueno de no hacer responsable al otro de tus emociones es que tú tampoco eres responsable de las del otro.

Espero que este texto te haya servido para acercarte un poco más a las emociones básicas y que esto te coloque un pasito más cerca de poderlas gestionar convenientemente, si aún no lo habías conseguido, para que nos sirvan de ayuda y no sean un impedimento en nuestro día a día.

Rocío Vergillo Masip

Psicóloga y Mediadora en Conflictos

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